lunes, 27 de mayo de 2013

La Buena Nueva

(Puesto que evidentemente esta no es la página actual, esto que oyes, el reproductor de vídeo en la esquina derecha del blog, estará reproduciendo la elegida para la entrada más reciente. Si quieres leer esta página con la canción escogida para ella, para el reproductor y activa este enlace


... y sigue leyendo. Gracias por estar aquí.)


Doménec, sacerdote dominico al que invitamos a celebrar con todos nuestros amigos nuestra ceremonia de aniversario, al señalarle la lectura del Evangelio que habíamos escogido, nos recomendó elegir otra pues le parecía como más indicada para exequias que para la celebración de unas bodas de plata
La lectura escogida es breve y la reproduciré aquí:
(En aquellos días, a los saduceos) Jesús les contestó:
- «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»

Naturalmente que no pretendemos meternos en camisas de once varas teologizando a lo exegeta  el significado último y veraz de este texto. Solo pretendemos compartir con vosotros la alegría siempre refrescante para nuestra esperanza en un amor, el nuestro, el que tenemos a nuestros hijos, a nuestros padres, a todos vosotros amigos nuestros y a los que, por la sinrazón de unos u otros, debiéramos así hacerlo.
En primer lugar el contexto inmediato: una trampa de los saduceos en la que pretenden hacer resbalar al Maestro: "de quién será mujer", esto es, a quién pertenecerá. La mujer, en la mayoría de matrimonios, era un objeto que se adquiría... incluso con amor, pero se adquiría. Los propios discípulos confirman este sentir general de los judíos de aquellos días (... hasta éstos y no solo los judíos):
Dícenle los discípulos: Si tal es la condición del hombre con respecto a su mujer, no trae cuenta casarse. El les respondió: No todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos a quienes se les ha concedido.
Si bien luego Jesús parece alejarse de la idea que os vamos a compartir, nos parece lícito a mi chica y a mí parar su discurso aquí y enlazar ambos, como hemos dicho, desde nuestra fe para gozo de nuestra esperanza en un amor, el nuestro, infinito y eterno.
Al principio nos creó Dios hombre y mujer; no una entidad sola, solitaria. Ello no es bueno ni para lo masculino ni para lo femenino. Dios, resaltemos esta evidencia, no es ni masculino ni femenino; pero nos da un sin fin de muestras actuando ora como Padre, ora como Madre; ora como Esposo de juventud, ora como Mujer fecunda creadora del universo. Dios Trino pero un solo Dios Verdadero.
El hombre, la mujer, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Por eso nuestro destino es ser uno en ellos. No todos son capaces de entender esta doctrina: sólo los que sean juzgados de ser dignos de la vida futura.
Y aunque la condición de la mujer y del hombre respecto de sí mismos puede ser variada como variados son los caminos del Señor, todos conducen a la unidad: a la integración en un solo ser de lo femenino y lo masculino, a la plenitud con las que fuimos creados para gozar del Paraíso.
Por eso creemos que el matrimonio es la esencia del Amor de Dios para con su creación; para quienes han de sometedla, esto es, reinar sobre ella al estilo del Reino de Dios.

Pero seguiremos hablando en la siguiente entrada


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